MARKET VISION - REVISTA 242

17 MARKET VISION - REVISTA / 242 - I - 2020 felices. Pero, claro, es una medida que, extendida a toda la población, tiene un coste. « I això, qui ho paga ». El problema, por tanto, no está en la bondad de las medidas propues- tas, sino en la mentalidad subya- cente . Eso de que el superávit está para gastarlo. Hoy en día ni siquiera vale la tesis, puesto que, desde el descalabro de las cuentas en 2008, llevamos catorce años con déficit pú- blico, y actualmente con un Estado fuertemente endeudado. Pero, regre- sando a los años de superávit, habría que preguntarse si éste se logra «pa- ra gastarlo» o si debiera emplearse en otra cosa. Por ejemplo, en crear caja de resistencia. Buena parte del enfrentamiento que hemos visto estas semanas entre los países autobautizados como « fru- gales » (sería más correcto denomi- narlos « austeros ») y los meridiona- les, en la discusión sobre los fondos de un plan europeo para la recupera- ción post-Covid19 finalmente aproba- do, tuvo su origen en los distintos en- foques a la hora de aplicar dispen- dios ... y en la diferente cultura de país a la hora de controlar la propor- ción entre ingresos y gastos. Que, en realidad, no es de país ni de ciuda- danos, sino de políticos al mando , ya que ha habido años en que podía- mos dar lecciones de frugalidad a cualquiera que nos las pidiese. Si miramos el endeudamiento co- mo porcentaje sobre el PIB , en los años 90 prácticamente todos los prin- cipales países de Europa se movían entre un 55 y 75%. Sí, también Es- paña y Portugal. En 2007 España es- taba en un asombroso 36%, mientras Alemania se colocaba en un 64%. Ac- tualmente, Austria, Países Bajos (dos de los «frugales» más reticentes fren- te a la Europa meridional) y Alemania están en una horquilla del 49 al 70%. Mientras España y Francia se acer- can al 100%, y Portugal e Italia supe- ran esta cifra, particularmente la se- gunda, con un 130% (las cifras son variables, hemos tomado los datos cerrados de 2019). Si nos centramos en el déficit pú- blico como porcentaje sobre el PIB , Austria es el frugal menos frugal, con un 75%, mientras que Alemania y Finlandia andan en un 62-61%, Paí- ses Bajos en un 59%, Dinamarca en un 35%... En el otro extremo España está en un 98%, Francia en un 100, Bélgica en un 102, Portugal en un 120, Italia en un 137, y Grecia en un 178% (tercer trimestre de 2019). No es que España esté tan mal por ese concepto. Francia , a la que nadie parece atacar por tal motivo, va casi a la par... o peor que nosotros por ambos indicadores, de déficit y endeudamiento. Bélgica , que tantas lecciones suele lanzarnos sobre valo- res democráticos, en esto no tiene nada que enseñar. Portugal lo lleva peor. Italia es impresionante (alguien debería advertir que ese país, una potencia económica en general, cada día tiene los pies más de barro), y Grecia sigue, a pesar de todos sus esfuerzos y sus loables mejoras, en una posición muy difícil. ¿Hay quien lo lleva peor que noso- tros? Sí. «Mal de muchos, consuelo de tontos», dice el refrán. Lo que importa es la cultura de gasto y de endeudamiento . Hay dos enfoques, bien documentados por la cultura popular. La fábula de Esopo ya nos proponía una moraleja, sobre la conveniencia de trabajar (mientras otros cantan) a fin de llenar la des- pensa para el invierno. La «primera crisis de la historia documentada» (como solía decir el fallecido conseje- ro de Industria de Cataluña, Antoni Subirà ) fue la de los siete años de vacas flacas en el Egipto de los fa- raones , recogida en la Biblia. Y fue también la primera mitigada gra- cias al ahorro preventivo (aconseja- do por el interpretador de sueños, José) practicado durante los siete años de vacas gordas. Por supuesto, nos movemos en el área de los mitos y las parábolas, pero sus enseñanzas son reales. La Unión Europea ha alcanzado el acuerdo para lanzar un plan de ayudas a la recuperación de un es- pacio económico seriamente dañado por el frenazo de la lucha contra la pandemia, con particular impacto pre- cisamente sobre los países (España, Italia... incluso Francia) en peor situa- ción de cuentas y deuda pública. In- cluso los «frugales », tan reticentes, sabían que la recuperación del te- rritorio meridional es vital para los intereses comunes . Apelando al ya manido poema de John Donne , que Hemingway rescató al titular con uno de sus versos la novela situada en la Guerra Civil Española, «¿Por quién doblan las campanas?», « si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida », y, si tres o cuatro grandes países entran en severa recesión, el resto de Euro- pa la padecerá también. Pero que a nadie le extrañen las dudas de los países austeros a la hora de asumir un endeudamiento comunitario, ni su voluntad de control sobre en qué se emplean los recursos. Muy en parti- cular dado que conocen la cultura de gasto de los países que serán recep- tores de la ayuda principal... o de las formaciones políticas que los rigen. Estamos urgentemente necesita- dos de un esfuerzo colectivo de re- construcción. Los recursos europeos no llegarán pronto (algo más de dos tercios, a primeros de 2021, el resto en 2023), ni darán para tanto, y am- bas cosas son importantes. Pero, además, a la hora de emplearlos sería bueno recordar siempre «això qui ho paga». Quién lo paga... y con qué finalidad . Habrá que tapar agujeros, resolver problemas de subsistencia, evitar la ruina de sectores y territorios al borde del colapso, pero, por encima de to- do, habrá que invertir para que el mo- tor vuelva a funcionar. Los recursos no deben ir a pozos sin fondo, sino producir retornos, bajo la forma de un sistema productivo potente, competi- tivo y en funcionamiento. Ante todo, ser conscientes de que el plan, tam- poco enormemente generoso, no es ni una limosna ni un regalo. De recordárnoslo ya se encar- garán, por otro lado, los demás paí- ses europeos. n

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