MARKET VISION - REVISTA 242
16 MARKET VISION - REVISTA / 242 - I - 2020 Ante todo, evitar colapsos. Pero, sobre todo, invertir para el relan- zamiento. Sin perder de vista que esto no es una limosna. S iempre me pareció de fina ironía la frase de Francesc Pujols i Morgades (1882-1962), en su libro «Concepto General de la Ciencia Catalana», que afirmaba que, algún día, «por ser catalanes, todos sus gastos, donde vayan, les serán pagados ». Lo extraño es que pare- ce que Pujols lo decía en serio. O eso dicen, aunque todo el texto en que aparece envuelto tiene aspecto de teatro bufo. Si lo hubiera escrito un gallego, pensaríamos que fue el producto de la retranca. Estos días se ha recordado una anécdota de otro catalán que, por cierto, escribió una obra sobre el pen- samiento de Francesc Pujols, con quien tuvo trato en la tertulia de la Peña del Ateneo Barcelonés. Nos re- ferimos al escritor Josep Pla (1897- 1981). Es anécdota menor, bastante típica de un literato y periodista que tenía un poso muy rural. Visitando Nueva York en 1954 , se asombró por los focos que alumbraban edifi- cios, y por los luminosos rótulos de neón. Al ver tanto derroche de luz, le pregunto al guía: «Escolti, i tot això, qui ho paga? » (oiga, y todo esto, ¿ quién lo paga ?). Puede ser una anécdota apócrifa, pero encaja con el talante del personaje, así que, como dicen los italianos, «se non è vero, è ben trovato». Digamos que Pujols estaba equi- vocado, y que Pla hizo una pregunta lógica. No os creáis que, por ser vos quien sois (españoles, a los efectos de este artículo, pero lo mismo fran- ceses, italianos, estadounidenses o chinos), está todo pagado. Y, por otra parte, cualquier cosa que se gaste, siempre hay alguien que lo estará pa- gando o habrá de pagarlo algún día. Y siempre sería bueno preguntarse, ante un nuevo dispendio, quién y có- mo piensa sufragarlo. Durante el Gobierno del penúltimo presidente socialista, Rodríguez Za- patero, tuvimos varias iniciativas bie- nintencionadas en la lógica del Esta- do del bienestar . Por ejemplo, las ayudas a personas dependientes. Sólo alguien miserable podría conde- nar una medida así. Sin embargo, es también lícito preguntar «i això, qui ho paga?». El Estado del bienestar se presu- pone que es un Estado rico. Zapatero pudo tirar de superávit y proclamar que « en algo tenemos que gastar- lo ». Ya en 2013, cuando todavía no gobernaba, ZP había dicho (critican- do el superávit del que se ufanaba el ministro popular Montoro) que con un Gobierno socialista no habría superávit presupuestario «mien- tras tengamos tantas necesidades sociales». El actual Gobierno, integrado por socialistas y podemitas (no me gusta ese calificativo, parece despectivo, pero de alguna manera habrá que lla- marlos), tiene una sensibilidad social todavía mayor. Por eso no debe sor- prender que haya aprobado a finales de mayo la renta mínima o « ingreso mínimo vital », que además inscribe en las actuaciones contra las terri- bles consecuencias de la pandemia de coronavirus. No se escandalicen quie- nes suelen pedir rigor económico. Francamente, contribuir a la subsistencia de quien ingresa menos de 200 euros al mes, o, si es una unidad familiar, 450 eu- ros, es de una solidaridad encomiable (sin alharacas). Por otro lado, hay comunidades autónomas que ya venían aplicando algo similar; y diversos países que estudian fór- mulas parecidas. Es casi algo pareci- do a la llamada «renta de inserción», como puente hasta una normaliza- ción de las condiciones económicas de las personas. Incluso podríamos decir que, además de solidaria, es egoístamente positiva porque movili- za consumo; es como un Plan Mars- hall interno: familias que no gastan, ahora podrán hacerlo (poco y básico, pero gastarán). Podemos quería algo más, pues lleva tiempo con el objetivo de una Renta Básica Universal . Esto sólo lo ha aplicado, con ese nombre, Finlan- dia , aunque a uno le asaltan dudas a la hora de distinguirlo: 560 euros li- bres de impuestos para desemplea- dos de 25 a 58 años tiene toda la pin- ta de una renta de inserción. Lo hizo de forma experimental con 2.000 per- sonas. Tres años después, y finaliza- da la prueba piloto, la ha cancelado. Se suponía que ayudaría a las perso- nas a encontrar nuevo empleo. Es un extraño modo de pensar, pues pare- ce más razonable que lo encuentre quien más intensamente lo busca, y seguro que lo buscará más quien de verdad lo precisa... que quien no tie- ne urgencia. Sin embargo, ni uno ni otro: la experiencia ha mostrado que no hay diferencia apreciable entre el grupo piloto y otros, a la hora de em- plearse de nuevo. Sí que se ha cons- tatado que los que reciben la renta padecen menos «stress» y son más Preparando la recuperación... sin olvidar quién lo paga, y para qué
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